jueves, 16 de abril de 2009

literatura_ LAS CORRECCCIONES

De Jonathan Franzen (Emecé)
Por Diego A. Sampo

Para hablar de Jonathan Franzen tenemos que remitirnos al padre literario por excelencia de toda la literatura postcapitalista estadounidense, en efecto, tenemos que situar al pirotécnico Thomas Pynchon y a sus novelas más famosas: Arco iris de la gravedad, Vineland y a esa obra maestra que fue Mason and Dixon, como el primogénito de toda una producción literaria, sociológica y cultural que marcó a jóvenes y no tanto, durante mediados de los ochenta hasta las vísperas del nuevo milenio. A partir de allí comenzaron a salir a la luz escritores novedosos que encontraron en todos sus libros la clave para leer toda la globalización de su país (que no es la misma que la nuestra), son los que llamo “hermanos pynchonitas”: Don DeLillo, creador de la obra maestra Ruido de fondo, como el hermano mayor de la familia, y todos sus hermanos menores, aunque no por eso menos talentosos, me refiero a la edad: Rick Moody, autor de la espléndida América ocaso, Chuck Palahniuk, El club de la pelea, (sí, ése mismo que estás pensando, el autor del libro en el que se basó la película de Brad Pitt y Edward Norton); Jonathan Lethem y sus dos de las más leídas y aplaudidas novelas por la crítica especializada: Huérfanos de Brooklin y La fortaleza de la soledad, y por último, el que hoy nos toca, el menor de los pynchonitas, el señor Franzen.
Si traté de ubicar a Jonathan Franzen como hijo dilecto de Thomas Pynchon fue precisamente por el bagaje irónico del consumismo norteamericano que se halla retratado a la perfección en esta novela, y porque además, Las correcciones, se trata de una familia, no literaria claro está, pero una familia inserta en la máquina de producción postcapitalista que significó para el mundo el avance de la tecnología y sus consecuencias en los habitantes de los Estados Unidos como principal público de consumidor masivo. Esta es la historia de los Lambert, una familia “casi” normal, veamos: Alfred, el padre, es víctima de un parkinson terminal, cuyas disquisiciones en la familia lo llevan a la indiferencia por parte de los otros, y así vive casi todo el día en un sillón rojo en el sótano de la casa, con un televisor, un escritorio que no siempre recuerda para qué sirve, y un armario atestado de grillos que no puede combatir; Enid, su esposa, obsesionada con reunir los tres hijos en una última cena para navidad; Chip, el hermano mayor, brillante, prodigio en ciencias durante su adolescencia en Saint Jude y devenido profesor de Literatura de Consumo (véase la huella de Pynchon), adicto a las pastillas, despedido de su cargo, que emprende negocios turbios en Lituania para intentar despertar del fracaso que significa ser un genio; Denise, la hermana juiciosa, calculadora, ligada sentimentalmente a su jefe; y Gary, el último bastión de la familia, atrapado en un matrimonio de pesadilla, banquero snob y paranoico. El mayor mérito de esta novela, además de ganar el National Book Award, nada menos, es la de fotografiar la secreta conexión entre el universo caótico de los Lambert y el resto del mundo, pero ese mundo para Franzen no es el globo terráqueo sino los Estados Unidos de los noventa (cuando no mirándose a sí mismos, se le perdona por la genialidad de la obra), un país irascible que se tambalea hacia el nuevo milenio con las mismas fuerzas que la familia intenta salir adelante pese a sus prodigios y fracasos. Las correcciones es una tragicomedia que marca el fin del siglo XX, una obra maestra sobre una familia que, a diferencia de las de Tolstoi o Los Ingalls, se derrumba en una época donde no todo tiene arreglo, y coloca a Franzen dentro de los grandes autores norteamericanos junto a Pynchon, Philip Roth, Truman Capote, John Irving, con un sello corrosivo y divertido a la vez, pero humano, profundamente humano, con una brillante interpretación de la sociedad contemporánea.

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